En enero comencé a ser voluntario de tiempo completo en la plaza comunitaria Ignacio Manuel Altamirano.
Al comienzo estaba tranquilo, no tenía muchas responsabilidades porque aún no sabía hacer varias cosas. Fui conociendo a algunos educandos, fui conociendo los círculos de estudio y a los asesores y demás personas involucradas. Además conocí colonias y comunidades que no había conocido antes. Mi vida se iba enriqueciendo con cada nueva experiencia.
Eso si,el estrés iba creciendo con el paso del tiempo, empeorado por la baja participación de mis compañeros en el trabajo en equipo y del poco compromiso que algunos educandos presentan. Todo ese tiempo invertido en ir hasta su calle,para que al final no avanzarán con su libro o ni siquiera presentarán examen cuando había elegido una fecha para presentarlo, no valía la pena. Todo esto acompañado de casi nulas prestaciones laborales y atrasos en los pagos y en la entrega de recursos necesarios para el trabajo.
Los trabajadores de escritorio son los que mejores condiciones laborales reciben, y viven en una realidad muy distinta al trabajo en campo y de como es la interacción con las personas en la calle. Ellos menosprecian nuestro trabajo, cuando es el que permite que ellos tengan trabajo.
Para colmo, una compañera con más experiencia y que era una pieza clave, se ha bajado del barco, por lo que ahora tomaré parte de sus responsabilidades. La verdad no sé cómo le voy a hacer, creo que si podré adaptarme, pero no sé si sea sostenible en el tiempo. Si mi compañera que recibía un pago fijo cada mes se salió, que me asegura que podré lidiar con estás nuevas responsabilidades sobre las viejas responsabilidades que conservaré.
Lo mejor que puedo sacar de esto son las personas que conocí y todas las nuevas experiencias. Lo más relajante de este trabajo es en si la asesoría, atender a los educandos que si asisten al círculo o que por lo menos piden ayuda por chat.
Hasta que mi reporte.