Era medio día de un domingo de flojera. Había ido con un amigo a un billar de la ciudad con mala fama, pero del que yo ignoraba de sus eventos violentos, o solo tuve mucha suerte. Pero si que fui testigo de la siguiente historia que les contaré.
Mientras jugábamos y las caguamas alimentaban nuestra plática, de repente llega una joven con complexión voluminosa, acompañada de un payasito todo flaquito. Llegaron y se sentaron en una mesa cerca de la rocola, que era perfectamente visible desde nuestra mesa de billar.
Poco a poco se iban gastando las ganas de jugar, y terminamos sentados, refrescándonos del calor al frió de las caguamas. La mesa del payasito se estaba llenando de botellas que poco a poco iban inundandola. El payasito buscaba acariciar a su ligue, y aunque ella a veces lo rechazaba, cuando a ella llegaba una botella de cerveza patrocinada por él, empezaba a cooperar un poco más.
Más tarde, dos muchachos se incorporaron a su mesa. Ellos tenían mejor aspecto que el payasito (altos, músculosos, y menos prietos que él). La chica cedió ante los encantos de estos y el continuo flujo de alcohol no parecía detenerse. El payasito no tuvo más que estirar la cara y ver ante sus ojos como su cita no mostraba resistencia a los labios de uno de los muchachos más apuestos.
La tragedia se prolongó por algunos minutos, hasta que ella y los dos más apuestos salieron con dirección al estacionamiento, y el payasito se quedó sentado, escurriendo lágrimas que terminaban de maquillar su rostro pintado. Mi amigo y yo atestiguamos con mucha atención la historia de desamor que pasaba ante nuestros ojos, y nos burlábamos de ello. Pero seguíamos con las caguamas, y por un rato nos olvidamos del payaso.
Luego, ella regresó con el payasito y él seguía intentando obtener cariño de su parte, mientras seguían llegando más y más botellas. Hasta se quedaron dormidos, por lo que el bartender no lo permitió por mucho tiempo pues les arrojó un cubetazo de agua fría para despertarlos mientras les regañaba y pedía irse del lugar.
Lo último que recuerdo es que el payasito regreso después de un rato, ya no traía dinero ni a la chica, así que se acercó a nosotros, hizo unos malabares sin chiste y nos pidió hacerle el paro con una monedita, el cual se lo negamos, y se terminó yendo del lugar haciendo mención a nuestras madres.